Hoy, como tercer invitado del aniversario os traigo a una de esas personas que sabes desde el primer momento en el que la conoces que os vais a llevar bien. Estoy hablando de mi querido máster de rol, Tomás, señor del Iconocronos.
No hace mucho fue su primer aniversario y como regalo escribí una reflexión sobre los juegos de rol con "Los viejos roleros nunca mueren", así que si queréis saber como nos conocimos o lo que ha dado de si nuestra amistad en lo que ellos se refiere, podéis leeros esa entrada.
Sin embargo, Tomás tiene muchas otras facetas como la de historiador, gran amante de los cómics (es guionista de Marveltopia entre otros), genial narrador (impresionantes las partidas de rol que he disfrutado bajo su dirección) y sobre todo escritor (lo que espero le traiga muchas alegrías en un futuro cercano).
Si os pasáis por sus dominios, podréis encontrar todos estos temas además de opiniones musicales, reseñas cinematográficas o comentarios deportivos, aunque si me tengo que quedar con algo, es con las crónicas que escribe sobre las partidas de rol que dirige (y en las que yo disfruto como un enano).
Pero sin más rollo, os dejo con su increíble aportación :)
________________________________________
EL AÑO DEL DRAGÓN.
PASADO, PRESENTE Y
FUTURO DE LA FANTASÍA ÉPICA.
En
primer lugar, y antes de empezar a desbarrar, creo que lo más importante de
este post es felicitar al nuestro anfitrión, Darthni, por el cumpleaños de su
blog y por unirse a esta corriente “Onírica” (ya que se la copiamos todos a
Oneyros) de celebrarlo con posts invitados. Y es que el escribir fuera de tu
blog también mola, pues te permite hacer cosas diferentes a lo que sueles hacer
en tu propio espacio, más generales, con otra perspectivas e incluso más
curradas.
Cuando
Darthni me invitó a participar en este evento, me di cuenta de que, a pesar de
que compartimos varias aficiones, sólo podía hablar de una cosa para hacerle
justicia. Tenía que escribir sobre fantasía épica, ya que tras años de estar
apartado del género, ha sido la persistencia de Darthni la que me ha hecho
volver a un submundo de la literatura que ya daba por abandonado, y la verdad
es que con gran suerte, lo que tengo que agradecerle.
Hace
unas semanas, se celebraba el inicio del nuevo año chino, y este año toca Año
del Dragón, lo que es apropiado si nos damos cuenta de que precisamente ese
animal, el Dragón, es el símbolo más evidente de todo este género literario que
está viviendo en estos momentos su Segunda Edad de Oro. Es aún más curioso
cuando vemos que este año coincidirá en España con la publicación (cuanto antes
mejor, para mañana es tarde) del quinto libro de Canción de Hielo y Fuego, que
precisamente se titula Danza de Dragones.
Así que… ¿estamos en el Año del Dragón o no?
Si
buscamos el origen de la Fantasía Épica, estoy seguro de que a todos nos viene
a la cabeza el mismo nombre y la misma obra. Tolkien, El Señor de los Anillos. Sin embargo, para acceder a los verdaderos
orígenes de este tipo de lectura, tendríamos que remontarnos mucho más atrás.
Si reducimos la fantasía épica a su quintaesencia (héroes, criaturas míticas,
conflicto, magia, dioses…), nos damos cuenta de que nuestra Fantasía Épica es heredera
directa de varias fuentes, todas con sus raíces en diversas mitologías, lo que
le daba a estos textos e historias un innegable carácter religioso. Lo vemos en
historias como Jasón y los Argonautas o Teseo y el Minotauro, historias
forjadas en la antigua Grecia. Lo vemos en los Eddas nórdicos, o en la Saga
de Gilgamesh del Próximo Oriente Antiguo. Hay historias dentro de la
mitología egipcia que encajarían perfectamente en esta tipología, como el Ciclo
de Horus. Pero “el mundo se movió”, y en el nuevo mundo de creencias
judeocristianas, no había espacio para héroes más allá de los Santos, y aunque
incluso San Jorge luchó contra un dragón, la literatura religiosa perdió ese
tono épico que había tenido anteriormente en muchos momentos. El tono épico no
se perdió, sino que se desplazó, y así, nos encontramos con que Épica volvía de
diferentes formas, y por primera vez, se mezclaba en cierta parte con la
historia. En su grado más puro, encontramos literatura épica en los Mabinogi galeses que terminarían formando
el llamado Mabinogion, tan importante
para la literatura artúrica y para lo que Chrétien de Troyes y otros autores
medievales terminarían convirtiendo en la Literatura Artúrica, una rama con
entidad propia dentro de la Épica Fantástica. Pero encontramos también rastros
de héroes épicos míticos en la Chanson de
Roland, basada en epopeya de este caballero en Roncesvalles; o en nuestro Cantar del Mio Cid, convirtiéndose estos
héroes en fuente de lo que hoy podríamos denominar como “inspiración nacionalista”.
La
proliferación de Obras de Caballería (herederas directas de la Épica Mítica)
llevó, como todos sabemos, a que estas fueran consideradas un género menor.
Empezaron las burlas (El Quijote, por
ejemplo), o simplemente, como ya había ocurrido antes, en la época de las Luces
del Humanismo y de las Revoluciones, quedaba poco espacio para la literatura
heroica. Ni siquiera el siglo XIX y el Romanticismo, pese a su búsqueda de las
raíces de las literaturas nacionales e incluso fantásticas, pudo recuperar el
género del “Héroe” más allá de algunas obras artúricas, a pesar del evidente
interés que mostraría el arte en lo fantástico, como por ejemplo los
prerrafaelistas y sus diversas pinturas de corte artúrico que hoy en día
cualquiera puede reconocer. Pero pronto, el Dragón comenzaría a agitarse.
Los
relatos cortos que aparecían en las revistas que se publicaban en la primera
parte del siglo XX vieron como en sus páginas aparecían los escritos de Robert
E. Howard y sus criaturas (Conan, Kull…)
que recreaban los mundos fantásticos de la obras literarias del medievo,
mezclando conceptos de muchas fuentes para crear un mundo de fantasía sólido en
el que comenzaron a desarrollarse historias continuadas. Otros autores, como Clark
Ashton-Smith, Lord Dunsany o el propio Lovecraft en lo que él llamó “Las
Tierras del Sueño”, exploraron los conceptos de mundos mágicos. Pero quien
verdaderamente despertó al Dragón, por supuesto, fue Tolkien, que en 1955
publicó en Gran Bretaña El Señor de los
Anillos, espejo y punto angular de todo lo que habría de venir después.
Tolkien recurría a sus conocimientos sobre mitología y literatura para crear un
mundo mágico que tomaba como referencia los Eddas,
con sus elfos, enanos, dragones, etc. Con Tolkien, los dragones y los
Héroes abandonaban las páginas del pulp
y se convertían oficialmente en literatura, un mundo que aún hoy no está
cerrado del todo, en parte porque el vampiro post-mortem de Cristopher Tolkien
parece decidido a vender hasta la última libreta de notas de su padre para
crear una nueva edición anotada, revisada, ampliada o comentada de lo que en sí
ya era una obra redonda sin ampliaciones.
Volviendo
al tema, vemos que Tolkien había despertado al Dragón, pero este echaría a
volar unos años más tarde, y curiosamente, la revolución en el tema no vendría
directamente del mundo de la literatura, sino que lo haría del inicio del mundo
de los juegos de rol, lo que uniría Rol y Literatura Épica de forma
inseparable, hasta el día de hoy. En 1971 Gary Gygax y Jeff Perren creaban Cota de Malla, el primer juego de rol,
que en 1974, el propio Gygax y Don Kaye convertirían en el mítico Dragones y Mazmorras. El Dragón ya
volaba, y además, echaba fuego… y mucho. Mientras que el camino que Tolkien
había abierto era seguido por escritores como Michael Moorcock, creador de la Saga de Elric de Melniboné y del
concepto del Héroe Eterno (obras bastante complejas y realmente poco
accesibles) y Ursula K. LeGuin creaba el mundo de Terramar; los jóvenes caían
atrapados en el mundo de fantasía creado por Dragones y Mazmorras. Esos jóvenes se convirtieron en muchos casos
en escritores, el juego se filtraba en sus escritos, y así, llegó la Primera
Edad de Oro de la Épica Fantástica.
Solo
en mi habitación debe haber alrededor de sesenta libros que en el título
incluyen las palabras “Dragonlance”. Unos pocos menos, llevan en alguna parte
de la portada el sello de “Reinos Olvidados”. Y esto fueron solo dos de los
mundos que nacieron a partir del Juego de Rol, una operación de marketing
combinada en el que se escribía sobre el juego y se jugaba sobre los libros. Y
la verdad es que en muy poco tiempo, la cantidad pasó por encima de la calidad.
Docenas y docenas de libros de encargo fueron escritos para ahondar, detallar o
contradecir lo que los autores principales habían dicho en sus historias.
Nombres como Margaret Weis, Tracy Hickman, R.A. Salvatore, Richard A. Knaak y
muchos otros se vinculan a estos mundos de forma oficial, pero muchos más
aparecieron sin vinculación “oficial” al Dragones y Mazmorras, pero obviamente
influidos por él y el Señor de los Anillos. Con mayor o menor acierto,
aparecieron sagas como La Espada de Joram
(Margaret Weis y Tracy Hickman), Las
Crónicas de Belgarath (David Eddings), El
Señor del Tiempo (Louise Cooper), Añoranzas
y Pesares (Tad Williams) que, en menor o mayor medida, no hacían sino
repetir en muchos casos lo que ya era una estructura oficial y repetitiva de
héroes y antihéroes procedentes de diferentes razas y que luchaban contra el
mal de una manera o de otra. Por desgracia, el boom de lo fantástico se devoró
a sí mismo. Dragonlance generó tantas
novelas ajenas a sus creadores originales que acercarse a ese mundo, suponía
todo un desafío. Drizzt Do´Urden se ha convertido en un personaje tan
reiterativo que se ha convertido en manos de su propio creador en poco más que
una burla de sí mismo. La Edad de Oro de la Fantasía agonizaba, el oro
literario se convertía en el oro de los ingresos y las burdas copias. Y aun
así, en medio de todo este cenagal, aparecieron auténticas joyas de la Épica.
Es curioso que uno de los mejores autores de ese momento, Guy Gavriel Kay, sea
de los más desconocidos, a pesar de tener dos de las mejores creaciones en lo
que a literatura épica se refiere. Kay, que había ayudado a Christopher Tolkien
a organizar y publicar El Silmarillion, se
independizó para escribir El Tapiz de
Fionavar, una trilogía que parte de un concepto de lo más moñas (cinco
estudiantes canadienses son llevados por un mago al llamado “Primer Mundo” para
un festival, pero se encuentran de pronto en una guerra con un señor oscuro que
se parece bastante a Morgoth, y que tiene hasta su Sauron particular), pero que
en su desarrollo, demuestra una auténtica maestría del ritmo y del drama que
sólo ha sido igualado por el reciente trabajo de George R.R Martin. Otra de sus
obras, Tigana, crea un curioso puente
que ha funcionado extraordinariamente bien hoy en día, al mezclar la fantasía
épica con la historia. En Tigana no
hay dragones, apenas hay magia, y nos encontramos en un mundo, la Península de
la Palma que recuerda bastante a Italia, que trata de encontrar su propia
identidad entre dos conquistadores.
El
Dragón voló, resultó herido y cayó. La literatura épica volvió a ser un
subgénero para adolescentes, reiterativo y sin innovación formal o de
contenido. Se disponía a dormir de nuevo su sueño, quien sabe por cuanto
tiempo… Pero tres nombres volvieron a
lanzar al Dragón al vuelo, un vuelo que aún hoy dura, planeando sobre nosotros.
El
polaco Andrzej Sapkowski sería el primero de ellos, y cuando todo parecía
perdido (e incluso antes, cuando el mercado norteamericano copaba el mundo de
la Fantasía Épica fotocopiando una y otra vez los mismos argumentos) creaba una
saga verdaderamente original, La Saga de
Geralt de Rivia, en la que contaba la historia del brujo Geralt de Rivia,
que da nombre a la propia saga, una historia influida por las raíces eslavas
del escritor pero también por los cuentos populares que todos conocemos,
cuentos que Sapkowski desmenuza para convertir en parte de su narración. Y todo
esto lo hace en novelas que no sólo son amenas, sino que están bien escritas, y
por las que sin duda, hay que felicitar a los traductores de Alamut, que han
traído el complejo trabajo de Sapkowski al castellano. Y una de las grandes
bazas de la historia de Geralt es ver cómo está escrita.
¿Realmente
es necesario que hable de George R.R Martin y su Canción de Hielo y Fuego? Bueno, supongo que debo hacerlo por
varios motivos. Primero, porque a día de
hoy es el máximo exponente de este género, y sin duda el más mediático, gracias
al impulso que su obra ha recibido de la televisión, los juegos de rol y el
merchandising popular. Hoy en día, todo el mundo sabe que El Invierno se
Acerca. Segundo, porque el empeño de Darthni en que leyera este libro me ha
devuelto a la literatura épica, y es el motivo por el que estoy escribiendo
ahora sobre esto y no sobre… quien es más fuerte, Hulk o la Cosa, por ejemplo.
Y tercero, porque lo que George R.R Martin ha hecho en su Canción de Hielo y Fuego es, ni más ni menos, que lo que Guy
Gavriel Kay había hecho ya en Tigana:
tomar un momento histórico y basar en él toda una saga de fantasía. En el caso
de Martin, son obvias las referencias al enfrentamiento dinástico inglés del
Siglo XV conocido como “La Guerra de las Dos Rosas” que enfrentó a la familia
York contra los Lancaster… aunque ahora se llamen Stark y Lannister… Hay mucho de lo que hablar respecto a Canción de Hielo y Fuego, pero desde
luego, se trata de una obra maestra del género, solo comparable, por
importancia y repercusión con el propio El
Señor de los Anillos. El debate sobre cual de los dos libros es mejor
tendrá que esperar a que Martin le de un final
a su historia… así que igual no alcanzamos ese debate nunca…
Aunque
he llegado un poco tarde a esta Segunda Edad de Oro, creo que el tercer nombre
en esta terna de magníficos sería Scott R. Bakker, con su trilogía Príncipe de Nada. Aún estoy sumergido en
la lectura de estos libros (y son realmente geniales), pero si Canción de Hielo y Fuego es El Señor de los Anillos, sin duda Príncipe de Nada es la nueva Saga de Elric de Melniboné. Bakker, al
igual que Martin, utiliza un momento histórico real para construir la base de
su historia, y en este caso se trata de las Cruzadas, y a partir de ahí, crea
una novela de Fantasía Épica, pero lo hace con un trasfondo filosófico y ético
que convierte los libros de Príncipe de
Nada en una obra única.
Al
amparo de La Saga de Geralt de Rivia,
Canción de Hielo y Fuego, y Príncipe de Nada han surgido otras obras, hijas
de esta Segunda Edad de Oro. Patrick Rothfuss está inmerso en su Crónica del Asesino de Reyes, de la que
ha publicado hace poco su segundo volumen. Paul Kearney ha publicado los cinco
libros de Las Monarquías de Dios, y
también parecen bastante interesantes. Y seguramente haya más…
¿Qué
es lo que nos traerá el futuro? Probablemente la fama adquirida por Canción de Hielo y Fuego nos lleve de
nuevo a una sobrexplotación del género, y pronto tendremos decenas de títulos
cortados por el mismo patrón, lo que realmente, no tiene por qué ser malo si se
mantienen unos límites de calidad aceptables, lo que desde luego, no se hizo al
final de esa Primera Edad de Oro. Lo que es seguro es que de momento, nos queda
mucho por leer, y que entre todo lo que vendrá, probablemente encontremos más
de una joya que destaque entre todo lo que la rodea.
Así
que, señores, a leer, el Dragón nos vigila.
4 comentarios:
Gran aportación (en todos los sentidos :P).
Y por cierto, espero con ganas que el bueno de George nos de la oportunidad de tener esa discusión "Canción de Hielo y Fuego" vs "El Señor de los Anillos".
Yo tengo claro el ganador ;)
Algo que me ha enseñado Stephen King es que por muy bueno que sea el libro, el final puede arruinarlo todo.
Cuando acabe hablamos, pequeño. Cuando acabe.
Tras el impacto brutal de 'El Señor de los Anillos' en mi vida de lector a los 9 años, el entusiasmo se alimentó con 'El Hobbit' y 'El Silmarillion'. Pero por un lado la sobreexplotación de J R R Tolkien publicando material que, de existir, él nunca hubiese publicado y por otro la bajísima calidad literaria de los pocos libros de la Dragonlance que caían en mis manos, hicieron que me alejase del género.
Fue mucho más interesante ir hacia atrás: el ciclo artúrico, los Mabinogion... maravillas que satisficieron mis necesidades en cuanto a literatura fantástica. También lord Dunsany, a quien sólo se cita en el blog de pasada, fue un descubrimiento. Su obra 'La hija del rey del país de los elfos' fue publicada en 1924, es decir, antes de la publicación de 'El Hobbit' pero después a los primeros escritos (no publicados por él) de Tolkien sobre la Tierra Media. Invito a cualquier lector de Tolkien a tomar ese libro y buscar paralelismos con las historias narradas en 'El Silmarillion'. Y si alguien se anima a investigar y descubre si se conocían personalmente u otros datos de interés, me encantaría enterarme.
Pero no me comparéis a Tolkien con el Rey del efectismo, que juegan en ligas distintas ;p
Un artículo estupendo Tomás. Yo, como todos, terminé saturado de fantasía pero siempre me entra la morriña y vuelvo a picar.
La Saga de Geralt de Rivia es mi asignatura pendiente, a ver si algún día me pongo...
Publicar un comentario