miércoles, 22 de febrero de 2012

"El año del dragón" by Tomás


Hoy, como tercer invitado del aniversario os traigo a una de esas personas que sabes desde el primer momento en el que la conoces que os vais a llevar bien. Estoy hablando de mi querido máster de rol, Tomás, señor del Iconocronos.

No hace mucho fue su primer aniversario y como regalo escribí una reflexión sobre los juegos de rol con "Los viejos roleros nunca mueren", así que si queréis saber como nos conocimos o lo que ha dado de si nuestra amistad en lo que ellos se refiere, podéis leeros esa entrada.

Sin embargo, Tomás tiene muchas otras facetas como la de historiador, gran amante de los cómics (es guionista de Marveltopia entre otros), genial narrador (impresionantes las partidas de rol que he disfrutado bajo su dirección) y sobre todo escritor (lo que espero le traiga muchas alegrías en un futuro cercano).

Si os pasáis por sus dominios, podréis encontrar todos estos temas además de opiniones musicales, reseñas cinematográficas o comentarios deportivos, aunque si me tengo que quedar con algo, es con las crónicas que escribe sobre las partidas de rol que dirige (y en las que yo disfruto como un enano).

Pero sin más rollo, os dejo con su increíble aportación :)

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EL AÑO DEL DRAGÓN.
PASADO, PRESENTE Y FUTURO DE LA FANTASÍA ÉPICA.

                En primer lugar, y antes de empezar a desbarrar, creo que lo más importante de este post es felicitar al nuestro anfitrión, Darthni, por el cumpleaños de su blog y por unirse a esta corriente “Onírica” (ya que se la copiamos todos a Oneyros) de celebrarlo con posts invitados. Y es que el escribir fuera de tu blog también mola, pues te permite hacer cosas diferentes a lo que sueles hacer en tu propio espacio, más generales, con otra perspectivas e incluso más curradas.

                Cuando Darthni me invitó a participar en este evento, me di cuenta de que, a pesar de que compartimos varias aficiones, sólo podía hablar de una cosa para hacerle justicia. Tenía que escribir sobre fantasía épica, ya que tras años de estar apartado del género, ha sido la persistencia de Darthni la que me ha hecho volver a un submundo de la literatura que ya daba por abandonado, y la verdad es que con gran suerte, lo que tengo que agradecerle.

                Hace unas semanas, se celebraba el inicio del nuevo año chino, y este año toca Año del Dragón, lo que es apropiado si nos damos cuenta de que precisamente ese animal, el Dragón, es el símbolo más evidente de todo este género literario que está viviendo en estos momentos su Segunda Edad de Oro. Es aún más curioso cuando vemos que este año coincidirá en España con la publicación (cuanto antes mejor, para mañana es tarde) del quinto libro de Canción de Hielo y Fuego, que precisamente se titula Danza de Dragones. Así que… ¿estamos en el Año del Dragón o no?

                Si buscamos el origen de la Fantasía Épica, estoy seguro de que a todos nos viene a la cabeza el mismo nombre y la misma obra. Tolkien, El Señor de los Anillos. Sin embargo, para acceder a los verdaderos orígenes de este tipo de lectura, tendríamos que remontarnos mucho más atrás. Si reducimos la fantasía épica a su quintaesencia (héroes, criaturas míticas, conflicto, magia, dioses…), nos damos cuenta de que nuestra Fantasía Épica es heredera directa de varias fuentes, todas con sus raíces en diversas mitologías, lo que le daba a estos textos e historias un innegable carácter religioso. Lo vemos en historias como Jasón y los Argonautas o Teseo y el Minotauro, historias forjadas en la antigua Grecia. Lo vemos en los Eddas nórdicos, o en la Saga de Gilgamesh del Próximo Oriente Antiguo. Hay historias dentro de la mitología egipcia que encajarían perfectamente en esta tipología, como el Ciclo de Horus. Pero “el mundo se movió”, y en el nuevo mundo de creencias judeocristianas, no había espacio para héroes más allá de los Santos, y aunque incluso San Jorge luchó contra un dragón, la literatura religiosa perdió ese tono épico que había tenido anteriormente en muchos momentos. El tono épico no se perdió, sino que se desplazó, y así, nos encontramos con que Épica volvía de diferentes formas, y por primera vez, se mezclaba en cierta parte con la historia. En su grado más puro, encontramos literatura épica en los Mabinogi galeses que terminarían formando el llamado Mabinogion, tan importante para la literatura artúrica y para lo que Chrétien de Troyes y otros autores medievales terminarían convirtiendo en la Literatura Artúrica, una rama con entidad propia dentro de la Épica Fantástica. Pero encontramos también rastros de héroes épicos míticos en la Chanson de Roland, basada en epopeya de este caballero en Roncesvalles; o en nuestro Cantar del Mio Cid, convirtiéndose estos héroes en fuente de lo que hoy podríamos denominar como “inspiración nacionalista”.

                La proliferación de Obras de Caballería (herederas directas de la Épica Mítica) llevó, como todos sabemos, a que estas fueran consideradas un género menor. Empezaron las burlas (El Quijote, por ejemplo), o simplemente, como ya había ocurrido antes, en la época de las Luces del Humanismo y de las Revoluciones, quedaba poco espacio para la literatura heroica. Ni siquiera el siglo XIX y el Romanticismo, pese a su búsqueda de las raíces de las literaturas nacionales e incluso fantásticas, pudo recuperar el género del “Héroe” más allá de algunas obras artúricas, a pesar del evidente interés que mostraría el arte en lo fantástico, como por ejemplo los prerrafaelistas y sus diversas pinturas de corte artúrico que hoy en día cualquiera puede reconocer. Pero pronto, el Dragón comenzaría a agitarse.

                Los relatos cortos que aparecían en las revistas que se publicaban en la primera parte del siglo XX vieron como en sus páginas aparecían los escritos de Robert E. Howard y sus criaturas (Conan, Kull…) que recreaban los mundos fantásticos de la obras literarias del medievo, mezclando conceptos de muchas fuentes para crear un mundo de fantasía sólido en el que comenzaron a desarrollarse historias continuadas. Otros autores, como Clark Ashton-Smith, Lord Dunsany o el propio Lovecraft en lo que él llamó “Las Tierras del Sueño”, exploraron los conceptos de mundos mágicos. Pero quien verdaderamente despertó al Dragón, por supuesto, fue Tolkien, que en 1955 publicó en Gran Bretaña El Señor de los Anillos, espejo y punto angular de todo lo que habría de venir después. Tolkien recurría a sus conocimientos sobre mitología y literatura para crear un mundo mágico que tomaba como referencia los Eddas, con sus elfos, enanos, dragones, etc. Con Tolkien, los dragones y los Héroes abandonaban las páginas del pulp y se convertían oficialmente en literatura, un mundo que aún hoy no está cerrado del todo, en parte porque el vampiro post-mortem de Cristopher Tolkien parece decidido a vender hasta la última libreta de notas de su padre para crear una nueva edición anotada, revisada, ampliada o comentada de lo que en sí ya era una obra redonda sin ampliaciones.

                Volviendo al tema, vemos que Tolkien había despertado al Dragón, pero este echaría a volar unos años más tarde, y curiosamente, la revolución en el tema no vendría directamente del mundo de la literatura, sino que lo haría del inicio del mundo de los juegos de rol, lo que uniría Rol y Literatura Épica de forma inseparable, hasta el día de hoy. En 1971 Gary Gygax y Jeff Perren creaban Cota de Malla, el primer juego de rol, que en 1974, el propio Gygax y Don Kaye convertirían en el mítico Dragones y Mazmorras. El Dragón ya volaba, y además, echaba fuego… y mucho. Mientras que el camino que Tolkien había abierto era seguido por escritores como Michael Moorcock, creador de la Saga de Elric de Melniboné y del concepto del Héroe Eterno (obras bastante complejas y realmente poco accesibles) y Ursula K. LeGuin creaba el mundo de Terramar; los jóvenes caían atrapados en el mundo de fantasía creado por Dragones y Mazmorras. Esos jóvenes se convirtieron en muchos casos en escritores, el juego se filtraba en sus escritos, y así, llegó la Primera Edad de Oro de la Épica Fantástica.

                Solo en mi habitación debe haber alrededor de sesenta libros que en el título incluyen las palabras “Dragonlance”. Unos pocos menos, llevan en alguna parte de la portada el sello de “Reinos Olvidados”. Y esto fueron solo dos de los mundos que nacieron a partir del Juego de Rol, una operación de marketing combinada en el que se escribía sobre el juego y se jugaba sobre los libros. Y la verdad es que en muy poco tiempo, la cantidad pasó por encima de la calidad. Docenas y docenas de libros de encargo fueron escritos para ahondar, detallar o contradecir lo que los autores principales habían dicho en sus historias. Nombres como Margaret Weis, Tracy Hickman, R.A. Salvatore, Richard A. Knaak y muchos otros se vinculan a estos mundos de forma oficial, pero muchos más aparecieron sin vinculación “oficial” al Dragones y Mazmorras, pero obviamente influidos por él y el Señor de los Anillos. Con mayor o menor acierto, aparecieron sagas como La Espada de Joram (Margaret Weis y Tracy Hickman), Las Crónicas de Belgarath (David Eddings), El Señor del Tiempo (Louise Cooper), Añoranzas y Pesares (Tad Williams) que, en menor o mayor medida, no hacían sino repetir en muchos casos lo que ya era una estructura oficial y repetitiva de héroes y antihéroes procedentes de diferentes razas y que luchaban contra el mal de una manera o de otra. Por desgracia, el boom de lo fantástico se devoró a sí mismo. Dragonlance generó tantas novelas ajenas a sus creadores originales que acercarse a ese mundo, suponía todo un desafío. Drizzt Do´Urden se ha convertido en un personaje tan reiterativo que se ha convertido en manos de su propio creador en poco más que una burla de sí mismo. La Edad de Oro de la Fantasía agonizaba, el oro literario se convertía en el oro de los ingresos y las burdas copias. Y aun así, en medio de todo este cenagal, aparecieron auténticas joyas de la Épica. Es curioso que uno de los mejores autores de ese momento, Guy Gavriel Kay, sea de los más desconocidos, a pesar de tener dos de las mejores creaciones en lo que a literatura épica se refiere. Kay, que había ayudado a Christopher Tolkien a organizar y publicar El Silmarillion, se independizó para escribir El Tapiz de Fionavar, una trilogía que parte de un concepto de lo más moñas (cinco estudiantes canadienses son llevados por un mago al llamado “Primer Mundo” para un festival, pero se encuentran de pronto en una guerra con un señor oscuro que se parece bastante a Morgoth, y que tiene hasta su Sauron particular), pero que en su desarrollo, demuestra una auténtica maestría del ritmo y del drama que sólo ha sido igualado por el reciente trabajo de George R.R Martin. Otra de sus obras, Tigana, crea un curioso puente que ha funcionado extraordinariamente bien hoy en día, al mezclar la fantasía épica con la historia. En Tigana no hay dragones, apenas hay magia, y nos encontramos en un mundo, la Península de la Palma que recuerda bastante a Italia, que trata de encontrar su propia identidad entre dos conquistadores.

                El Dragón voló, resultó herido y cayó. La literatura épica volvió a ser un subgénero para adolescentes, reiterativo y sin innovación formal o de contenido. Se disponía a dormir de nuevo su sueño, quien sabe por cuanto tiempo…  Pero tres nombres volvieron a lanzar al Dragón al vuelo, un vuelo que aún hoy dura, planeando sobre nosotros.

                El polaco Andrzej Sapkowski sería el primero de ellos, y cuando todo parecía perdido (e incluso antes, cuando el mercado norteamericano copaba el mundo de la Fantasía Épica fotocopiando una y otra vez los mismos argumentos) creaba una saga verdaderamente original, La Saga de Geralt de Rivia, en la que contaba la historia del brujo Geralt de Rivia, que da nombre a la propia saga, una historia influida por las raíces eslavas del escritor pero también por los cuentos populares que todos conocemos, cuentos que Sapkowski desmenuza para convertir en parte de su narración. Y todo esto lo hace en novelas que no sólo son amenas, sino que están bien escritas, y por las que sin duda, hay que felicitar a los traductores de Alamut, que han traído el complejo trabajo de Sapkowski al castellano. Y una de las grandes bazas de la historia de Geralt es ver cómo está escrita.

                ¿Realmente es necesario que hable de George R.R Martin y su Canción de Hielo y Fuego? Bueno, supongo que debo hacerlo por varios  motivos. Primero, porque a día de hoy es el máximo exponente de este género, y sin duda el más mediático, gracias al impulso que su obra ha recibido de la televisión, los juegos de rol y el merchandising popular. Hoy en día, todo el mundo sabe que El Invierno se Acerca. Segundo, porque el empeño de Darthni en que leyera este libro me ha devuelto a la literatura épica, y es el motivo por el que estoy escribiendo ahora sobre esto y no sobre… quien es más fuerte, Hulk o la Cosa, por ejemplo. Y tercero, porque lo que George R.R Martin ha hecho en su Canción de Hielo y Fuego es, ni más ni menos, que lo que Guy Gavriel Kay había hecho ya en Tigana: tomar un momento histórico y basar en él toda una saga de fantasía. En el caso de Martin, son obvias las referencias al enfrentamiento dinástico inglés del Siglo XV conocido como “La Guerra de las Dos Rosas” que enfrentó a la familia York contra los Lancaster… aunque ahora se llamen Stark y Lannister…  Hay mucho de lo que hablar respecto a Canción de Hielo y Fuego, pero desde luego, se trata de una obra maestra del género, solo comparable, por importancia y repercusión con el propio El Señor de los Anillos. El debate sobre cual de los dos libros es mejor tendrá que esperar a que Martin le de un final  a su historia… así que igual no alcanzamos ese debate nunca…

                Aunque he llegado un poco tarde a esta Segunda Edad de Oro, creo que el tercer nombre en esta terna de magníficos sería Scott R. Bakker, con su trilogía Príncipe de Nada. Aún estoy sumergido en la lectura de estos libros (y son realmente geniales), pero si Canción de Hielo y Fuego es El Señor de los Anillos, sin duda Príncipe de Nada es la nueva Saga de Elric de Melniboné. Bakker, al igual que Martin, utiliza un momento histórico real para construir la base de su historia, y en este caso se trata de las Cruzadas, y a partir de ahí, crea una novela de Fantasía Épica, pero lo hace con un trasfondo filosófico y ético que convierte los libros de Príncipe de Nada en una obra única.

                Al amparo de La Saga de Geralt de Rivia, Canción de Hielo y Fuego, y Príncipe de Nada han surgido otras obras, hijas de esta Segunda Edad de Oro. Patrick Rothfuss está inmerso en su Crónica del Asesino de Reyes, de la que ha publicado hace poco su segundo volumen. Paul Kearney ha publicado los cinco libros de Las Monarquías de Dios, y también parecen bastante interesantes. Y seguramente haya más…
                ¿Qué es lo que nos traerá el futuro? Probablemente la fama adquirida por Canción de Hielo y Fuego nos lleve de nuevo a una sobrexplotación del género, y pronto tendremos decenas de títulos cortados por el mismo patrón, lo que realmente, no tiene por qué ser malo si se mantienen unos límites de calidad aceptables, lo que desde luego, no se hizo al final de esa Primera Edad de Oro. Lo que es seguro es que de momento, nos queda mucho por leer, y que entre todo lo que vendrá, probablemente encontremos más de una joya que destaque entre todo lo que la rodea.

                Así que, señores, a leer, el Dragón nos vigila. 

4 comentarios:

Thanos_Malkav dijo...

Gran aportación (en todos los sentidos :P).

Y por cierto, espero con ganas que el bueno de George nos de la oportunidad de tener esa discusión "Canción de Hielo y Fuego" vs "El Señor de los Anillos".
Yo tengo claro el ganador ;)

Tomás Sendarrubias dijo...

Algo que me ha enseñado Stephen King es que por muy bueno que sea el libro, el final puede arruinarlo todo.

Cuando acabe hablamos, pequeño. Cuando acabe.

Un bello orco dijo...

Tras el impacto brutal de 'El Señor de los Anillos' en mi vida de lector a los 9 años, el entusiasmo se alimentó con 'El Hobbit' y 'El Silmarillion'. Pero por un lado la sobreexplotación de J R R Tolkien publicando material que, de existir, él nunca hubiese publicado y por otro la bajísima calidad literaria de los pocos libros de la Dragonlance que caían en mis manos, hicieron que me alejase del género.
Fue mucho más interesante ir hacia atrás: el ciclo artúrico, los Mabinogion... maravillas que satisficieron mis necesidades en cuanto a literatura fantástica. También lord Dunsany, a quien sólo se cita en el blog de pasada, fue un descubrimiento. Su obra 'La hija del rey del país de los elfos' fue publicada en 1924, es decir, antes de la publicación de 'El Hobbit' pero después a los primeros escritos (no publicados por él) de Tolkien sobre la Tierra Media. Invito a cualquier lector de Tolkien a tomar ese libro y buscar paralelismos con las historias narradas en 'El Silmarillion'. Y si alguien se anima a investigar y descubre si se conocían personalmente u otros datos de interés, me encantaría enterarme.

Anónimo dijo...

Pero no me comparéis a Tolkien con el Rey del efectismo, que juegan en ligas distintas ;p

Un artículo estupendo Tomás. Yo, como todos, terminé saturado de fantasía pero siempre me entra la morriña y vuelvo a picar.

La Saga de Geralt de Rivia es mi asignatura pendiente, a ver si algún día me pongo...